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En la casa de Carla Jehan Maseli deben decidir qué hacer con sus ahorros: pagar unas clases particulares, inscribirse a un curso de enseñanza o llevar a su hijo de 10 años a un psicólogo. No hay dinero para todo lo que se necesita. México ha mantenido cerradas las escuelas durante más de 17 meses y el costo de la deficitaria enseñanza online o por televisión —para los alumnos de escuelas públicas—, de las alteraciones emocionales que han sufrido los niños después de más de un año sin interactuar con amigos, compañeros ni profesores, de contratar a alguien que cuide a los menores mientras los padres tienen que regresar al trabajo lo han asumido los hogares. El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, anunció que el próximo lunes 30 de agosto el regreso a clases será universal, aunque con excepciones, para todo el alumnado de preescolar, primaria y secundaria. Pero de frente se ha encontrado con escuelas sin protocolos ni preparación, a un sector del profesorado y a algunos padres escépticos que temen más al coronavirus que a los efectos de continuar con las clases a distancia. Y el regreso a clases se ha convertido en un factor más de la polarización del país.
El hijo de Jehan se ha vuelto irascible, poco empático, le cuesta mucho socializar, es incapaz de mantener la concentración durante más de 15 minutos delante de una computadora. Su madre se ha convertido en maestra en su tiempo libre. Se ha tenido que mudar de la Ciudad de México a Querétaro, donde viven sus padres. Durante la pandemia perdió su empleo. Pero siguió pagando una colegiatura en una escuela privada de 4.900 pesos al mes. Y a tres días de que comiencen las clases, realmente no sabe qué hacer. No le han asegurado ni en la pública ni en la privada que el regreso a clases sea presencial y completo como lo era antes de la pandemia, pese a la orden presidencial. El modelo híbrido de una semana sí y otra desde casa, no le convence: “¿Sigo pagando una matrícula para que mi hijo al final se siente frente a una computadora una semana?, ¿lo meto en la pública y ese dinero me lo ahorro para un profesor particular o una clase de alguna materia?, ¿contrato a alguien para que lo cuide mientras trabajo?”.
Las dudas de Jehan son las de muchos padres a pocos días de que oficialmente se dé el regreso a clases. La vocera de la organización Abremiescuela, también maestra, Gonis Borbolla, explica por qué: “Después de 17 meses la secretaría impuso un regreso de un día para otro. Sin que durante ese tiempo se haya trabajado en capacitar a los maestros, en darles herramientas, en preparar protocolos, en generar las condiciones. Esto nos dice que la educación no tuvo en la agenda de Gobierno el lugar que le corresponde”.
Muchas de las escuelas que este lunes deben reabrir lo harán con la incertidumbre y el miedo asediando sus puertas. Pese a que desde el Gobierno ha tratado de tranquilizar a la ciudadanía explicando que el riesgo de hospitalización en menores de edad supone un 0,004% y para los menores de 12 años la probabilidad de que el coronavirus les afecte de forma grave es todavía menor, muchos maestros se han opuesto a la medida alegando los riesgos en los contagios, el impacto de una tercera ola y una vacunación todavía incompleta. Incluso otros centros han sufrido robos y saqueos que los han dejado sin luz, agua ni gas durante este año. No estaban listos para regresar y algunos no lo harán pues no existen las condiciones mínimas para permitirlo. Pese a todo ello, el presidente fue implacable: “Llueva, truene o relampaguee”, el 30 de agosto volverán las clases presenciales.
“Estamos totalmente en contra del “llueva, truene o relampaguee”. El regreso tiene que ser ordenado y con comunidades comprometidas”, apunta Borbolla. Aunque insiste en que desde su organización llevan pidiendo más de un año que se reabran los centros: “Nosotros no hablamos de la necesidad de volver el lunes a las clases, sino de haber vuelto hace un año. No va a haber un mejor momento para volver mientras esté la pandemia. Si el momento que dieron las autoridades es este, deben de tomarlo”.
Cecilia Ojeda es maestra de dos planteles públicos en El Puerto de Veracruz. Uno de ellos fue saqueado en tal medida, que abrir sus puertas sería un despropósito. No les quedan cables, tuberías. No tienen ni agua ni luz. El otro centro sí abrirá, aunque ella y todos los compañeros que conoce se mantienen fuertemente en contra de hacerlo: “Yo no estoy de acuerdo en el regreso a clases si no hay garantías”, apunta. “En primer lugar, nos pusieron una vacuna que no es un secreto, no tiene la calidad de las otras vacunas, la de CanSino. El día de ayer una compañera se hizo unas pruebas y no tiene anticuerpos. No lo pedimos por capricho”, añade. El miedo a los contagios y las noticias falsas han cimbrado también a los maestros, que desde hace meses han sido bombardeados con fake news de todo tipo acerca de la efectividad de las vacunas y el incremento de contagios entre menores que se ha sumado a la decisión acelerada del Gobierno.
En Estados como Jalisco, San Luis Potosí, Coahuila o Guanajuato, entre otros, donde las escuelas estuvieron abiertas más de un mes pudieron comprobar que no eran foco de contagio. Sus datos muestran que se contagiaron 97 personas en un total de 23.108 escuelas donde convivieron más de 900.000 alumnos y profesores.
México tiene abierta la vacunación entre los 18 y los 29 años, pero en otros países van más avanzados, con estudiantes de 15 o 16 años, de secundaria. En marzo de este año, se dio prioridad a la inmunización de los docentes a quienes se aplicó la vacuna china CanSino, una sola dosis, con vistas a reanudar las clases. No todos han confiado en ese laboratorio y algunos no están vacunados. Los avances, como casi todo en México, van a muy distintas velocidades según el Estado de que se trate. En la Ciudad de México, una de las capitales con más éxito en este proceso, han presentado este martes sus datos para la vuelta al cole: las altas tasas de vacunación, los millones invertidos en adecuar los planteles y la colaboración en la limpieza y protocolos sanitarios con las familias y los centros escolares. “Entrar a clase es indispensable. Solo cinco países no han situado la educación como actividad esencial, es un derecho de los niños”, aseguró la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum.
“¿Qué pasa en un país donde ya todo abrió menos las escuelas?, ¿qué hacen las mamás para poder ir a trabajar?”, se pregunta Borbolla. “Muchas están dejando a niños encerrados y como responsables de la casa a otros de ocho años. Todos los problemas de México por los que hemos estado trabajando justo los volvimos a alimentar con el cierre de escuelas, nos vamos a tardar en verlo, pero la brecha social, la desigualdad que genera violencia, los menores como carne de cañón del narcotráfico, el analfabetismo… Le echamos leña al fuego”, sostiene la maestra. Y otro asunto que destaca es la cantidad de mujeres que dejaron su empleo para dedicarse a sus hijos durante estos meses. Fueron sobre todo ellas, según los datos de la organización: “Otro retroceso importantísimo. Hicimos el hoyo más grande”.
Por su parte, Ojeda, así como otros maestros reticentes al regreso a clases presenciales, se mantiene firme: “El tema de que no saben dónde dejar a los niños es totalmente ajeno a nuestra labor como docentes. No es nuestra responsabilidad, nuestro objetivo es que ellos aprendan, pero con toda la pena: yo trabajo, voy a ir a trabajar, pero no soy guardería”, responde.
“Lo que no podemos permitir es que un adulto se esté protegiendo a costa de los derechos de los niños. Si los médicos de México hubieran tomado la misma postura, ¿qué hubiera sido de nuestro país?, ¿qué hubiera pasado si los médicos dijeran: no vamos a tratar covid porque tenemos familia”, denuncia Borbolla. Y remata: “No hemos entendido lo importante de la educación para el desarrollo de nuestro país y el poco riesgo que realmente supone para los niños el coronavirus. Los papás siguen creyendo que los niños se van a morir y eso no permite un debate mínimamente científico. Es el miedo el que decide”.
Borbolla insiste en que el conflicto que plantea el regreso a clases es por la falta de previsión por parte de la Secretaría de Educación Pública: “Los maestros van a abrir bajo la creencia de que los están mandando al matadero”. Pero, según la maestra, la alternativa, mantener cerrados los centros supone una “incongruencia total”. “Cuando la política pública permite que abra todo menos las escuelas, algo nos debería de chocar. Debería ser evidente que algo no está funcionando, ni está bien pensado. Pero por alguna razón en México no está pasando eso. La educación presencial es esencial, quien no lo quiso ver hace un año hoy tendrán que poner las pilas”, remata.
En la casa de Carla Jehan el miedo al coronavirus sigue presente. Pero también la necesidad de continuar con sus vidas, detenidas desde hace más de 17 meses. “Si yo salgo y vuelvo de trabajar, también puedo traer el bicho; no sé si es más probable que mi hijo se contagie en una escuela o dentro de mi casa. Pero el riesgo siempre está. El tema es: mi hijo necesita su educación, necesita volver a jugar con sus amigos, necesita salir”.
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